Érase una vez una abeja que hacía
miel muy feliz en el invierno porque los osos no le molestaban. Al llegar
la primavera la abeja, que se llamaba Mary Flower, siempre escondía la miel en
una colmena detrás de un árbol. Este año, la primavera llegó adelantada y los
osos aparecieron de repente. Ella se asustó porque no esperaba que llegaran tan
pronto sus enemigos peludos.
Un oso llamado Firuláis vio la
colmena y fue rápidamente a devorarla. Mientras tanto, la abeja estaba dando
una vuelta. Cuando llegó a su colmena pilló al oso comiéndose su miel y Mary
Flower le dijo:
-Por favor, para de comer la
miel. El oso, le contestó con los dientes amarillos:
-¡Me da igual! Voy a seguir
zampando.
La abeja se cansó de su actitud y
le dijo:
-¡Para ya de comer mi miel o
buscaré ayuda en mi enjambre!
Firuláis la ignoró y en ese
momento Mary Flower se lanzó a por él y Firuláis murió en el acto porque era
alérgico a las abejas. El resto de los osos acudieron a ayudar a su amigo pero
Firuláis solo estaba fingiendo y se rio de la abeja. Sin embargo, Mary Flower
sí que había sufrido un gran dolor porque junto a su aguijón había perdido
parte de su aparato digestivo.
Al oso esto le dio igual y siguió
comiendo la miel pero tuvo mala suerte y se atragantó con un pegote,
que tanto le gustaba. Mary Flower que yacía sobre una flor recién nacida, al
probar el néctar, se recuperó lo necesario para acudir al Hospiabeja donde
trabajaban el resto de sus amigas.