Una niña
llamada María era la más traviesa del colegio. Cuando no la dejaban hacer algo
lo hacía y cuando la dejaban hacer algo, ella no lo hacía.
Un día dijo su madre: se acabó, no te soporto, tenemos que hacer algo para que hagas lo que hagas lo
que te piden. Hablaron seriamente y ya no era traviesa.
Ya no era traviesa pero
era mala, no hacía ni caso, estaba siempre despistada y se portaba fatal hasta
con sus amigos. Al entrar a clase no hacía tampoco caso al profesor. Cuando
llegó a casa el profesor le había escrito una nota en la agenda diciendo que si
la madre de María podía hablar con el profesor Pablo. María la rompió y su
madre no se había enterado.
El profesor mandó un mensaje por el móvil, la madre
se enfado y dijo: ¡ahora sí que tenemos que hablar seriamente! ¡cómo es que te
han mandado una nota y no me lo has enseñado! Dijo María es que rompí en papel
estaba enfadada y entonces pues…
La madre le pregunto a María ¿Por qué estas enfadada? Porque no me hacen caso, y eso era
mentira, era todo lo contrario; la que no hacía caso era María. Dijo la madre: me
voy a hablar con Pablo. El profe le contó a la madre de María que no hacía ni
caso.
Cuando acabó de hablar con el profesor Pablo, la madre de María sí que
salía enfadada porque no sabía quién estaba diciendo la verdad pero confiaba
más en Pablo porque él siempre decía la verdad.
Entonces le dijo la madre a
María: ¡Dime la verdad! ¡ ahora sí que sí! Lo que pasa es que soy yo la que no
hago caso. Dijo la madre: no me lo puedo creer. Tenemos que hablar super enserio: ¿Por qué haces esto?, porque soy mala. Pero... ¿cómo dices eso si en casa te portas
estupendamente bien?, no sé es que en clase me sale solo y en el recreo también.
Hablaron las cosas y se solucionaron: no lo vuelvas a hacer y ya está no hay
ningún problema tú tranquila no pasa nada. No lo vuelvas a hacer y ya está.
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